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enero 10, 2018

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La primera fiesta de Dionisos del año


 

El próximo viernes 12 de enero, se celebran las Leneas.

Es la primera cita del año en la que los atenienses honraban a DIONISIOS, el dios del vino. Pero no era una celebración cualquiera. Esta venía acompañada de fiestas, desfiles y competiciones en honor del patrón de los lagares. Tanto, que esa noche toda la ciudad se reunía en el ágora para una gran verbena, en la que no faltaban las danza, y, por supuesto, el vino. Esto es así porque en la antigua Atenas, al igual que ocurre en San Asensio, nos revestimos de la ilusión que supone este nuevo ciclo del viñedo que comienza.

DIONISIOS es un perpetuo muchacho, que encarna vigor, picardía y conocimiento, paradigma del zalamero sin maldad presente en todas las culturas del mundo.

El dios del vino tiene mil nombres, DIONISIOS es el nombre que le dieron los griegos, pero también es conocido como Baco, Bromio, Dendrite, Dimorfo, Ditirambo, Eleuterio y Hierofante.

El padre de DIONISIOS es Zeús y la identidad de la madre es distinta según la tradición que consultemos, en unas fue una ninfa, en otras una princesa y en otras fue hijo de las diosas del invierno y el verano. Lo que todas las historias cuentan es que cuando era un muchacho aprendió como convertir las uvas en vino y comenzó a viajar por todo el mundo divulgando el arte de la viticultura.

Y es que la leyenda dice que cuando DIONISIOS vio una vid por primera vez se quedo hipnotizado. La planta era pequeña, con unos cuantos brotes verdes y DIONISIOS apiadado por su fragilidad decidió meterla en un hueso de pájaro para que no sufriese ningún daño.

La vid, abrigada y protegida, empezó a crecer y DIONISIOS preocupado por que quedase estrangulada decidió trasplantarla. Entonces, cogió un hueso de león y con sumo cuidado introdujo la vid en él. La planta se volvió fuerte y vigorosa, pronto el hueso de león se le había quedado pequeño. DIONISIOS, desesperado eligió un hueso de asno y resguardó la vid en el.

Unos días después llegó a la cueva donde tenía su preciado tesoro y encontró los restos de hueso en el suelo quebrados. La vid había crecido, cubría toda la pared y de ella pendían unos hermosos racimos.

DIONISIOS extasiado se acercó, cogió un racimo y lo exprimió en una copa.

El dios se quedó mirando el zumo rojizo, fascinado por los matices que reflejaba y los aromas que desprendía. Finalmente, se lo llevó a la boca y quedó conmovido por su sabor y por experimentar por primera vez una sensación tan placentera.

Emocionado quiso celebrarlo e invitó a compartir su descubriendo a dioses, ninfas, centauros los cuales bailaron y amaron durante seis días y siete noches hasta quedar dormidos.

DIONISIOS quería que todo el mundo, y en especial los mortales, experimentase lo mismo y decidió que no quedaría un solo lugar en la tierra donde no llevaría su maravilloso descubrimiento. El dios, sabedor de que el mejor vino es aquel que se comparte, se rodeó en su viaje de un cortejo de bestiales y desordenados sátiros, encabezados por Sileno y de fieras e ingobernables ménades, cubiertas con finas pieles.

El viaje de DIONISIOS está presente en numerosas leyendas, así como, su amor por el vino y su ilusión de vivir, en el libro IV de la metamorfosis se resume la historia de DIONISIOS o Baco:

“Tú eres, ¡oh DIONISIO!, aquel niño eterno cuya juventud está siempre lozana; eres el más hermoso y amable de los dioses del Olimpo; cuando te manifiestas sin los cuernos que sueles llevar, tienes todo el esplendor y la hermosura de una joven doncella; tú conquistaste oriente hasta donde el remoto Ganges baña la aterrada India; tú castigaste al sacrílego Penteo y al sanguinario Licurgo; precipitaste en las ondas a los perjuros marineros de Toscana. Va tirado tu carro de dos linces, cuyos elevados cuellos oprimes con pintados frenos, y te siguen las ménades y los sátiros. Por donde pasas te celebran el clamor de los jóvenes y las voces de las mujeres; suenan los panderos, las trompetas y las horadadas flautas”

No hay mejor manera de honrar al el dios de la vid cultivada, a la deidad que recorta la parte salvaje, suprimiendo las partes irregulares, e inspira a los hombres para hacer pasar a las plantas del estado salvaje al estado de cultivado que con un de nuestros vinos.

En las Leneas este 12 de enero alzamos nuestras copas por  el triunfo del placer, el deleite amatorio, la exaltación fogosa, la ostensible luz, la plenitud y el triunfo vital.